El verano y la primera parte del otoño, hasta que lleguen las primeras precipitaciones en forma de nieve, es una buena ocasión para acercarnos a las altas cumbres y poder aprender una lección práctica de Geología, en vivo y en directo, muy interesante y a la vez atractiva. A la ausencia de nieve, y al clima más benigno que se disfruta generalmente en esta época, hay que unir la relativa accesibilidad de muchos lugares en los que podemos observar las huellas del modelado del paisaje de origen glaciar (circos, lagunas, morrenas, valles en U…). Este privilegio no lo puede gozar mucha gente al vivir alejada de zonas montañosas con estas características y que sólo tienen conocimiento de la teoría o de las imágenes proporcionadas a través de libros o documentales.

Panorámica de Sierra Nevada desde el Llano de la Perdiz en donde pueden apreciarse sus tres principales unidades geológicas: 1. Núcleo central de esquistos, (cubierto de nieve en su mayor parte en esta imagen); 2. Orla de calizas y dolomías. 3. Borde exterior de origen sedimentario. (José Miguel Barea).

 

 

 

 

El relieve que presenta la parte más alta de Sierra Nevada es muy característico y corresponde al de un paisaje fósil, en claro desequilibrio con las condiciones climáticas actuales. Ello se debe a que dicho relieve fue modelado por importantes masas de hielo permanentes o glaciares, durante las fases climáticas frías del Cuaternario.

Dichos glaciares excavaron fuertemente las rocas y arrastraron los derrubios hacia cotas más bajas. En las áreas más elevadas, alrededor de los grandes picos, se produjeron los mayores acúmulos de nieve que se transformaron en hielo y se desarrollaron los circos glaciales (conocidos en Sierra Nevada como corrales). En la actualidad, éstos se muestran como cubetas muy abiertas y extraordinariamente amplias, en forma de cuchara. Los circos se continúan, pendiente abajo, en los típicos valles con perfil en U, por donde discurrieron en su momento las lenguas glaciales.

Ejemplos de circos bien desarrollados son los de Río Seco y Siete Lagunas en la cara sur, y Corral del Veleta, en la norte. Este Circo o Corral del Veleta es el lugar donde se pueden apreciar con mayor claridad los efectos del glaciarismo cuya última etapa en Sierra Nevada se produjo durante la denominada Pequeña Edad del Hielo (1500-1900 d.C., con un punto álgido en torno al año 1700). En la actualidad no existe ninguna masa de hielo permanente en Sierra Nevada, aunque sí aparece hielo fósil (permafrost) enterrado bajo el Corral del Veleta.

Algo aparentemente sorprendente en el caso de Sierra Nevada es que en su momento estuvieron mucho más desarrollados los glaciares de la zona sur que los del norte, como parece demostrar el hecho de que los circos que allí se preservan son mucho más amplios y extensos que los de la cara norte. A ello pueden haber contribuido dos factores. Por un lado, el efecto de los vientos dominantes, procedentes del noroeste durante las épocas glaciales, que dieron lugar a importantes acúmulos de masas de nieve a sotavento, en la cara sur. De otro lado, el hecho de que la pendiente es mucho más suave en los valles de la cara sur que en los de la cara norte, lo que ayudaría a una mejor retención de la nieve, a pesar incluso de sufrir una mayor insolación.

La entrada en el periodo del Cuaternario supuso una radicalización del descenso de las temperaturas iniciado en el Plioceno, iniciándose una serie de acontecimientos glaciares de gran intensidad y frecuencia durante los últimos dos millones de años. Los más recientes y de los que se tiene mejor conocimiento son los de Günz (hace aproximadamente 380.000 años), Mindel (260.000), Riss (140.000) y el Würm (20.000) y el Younger Dryas, fase de glaciación de menor intensidad que tuvo lugar hace tan sólo 10.000 años.

La situación que domina actualmente en la parte alta de la sierra corresponde al denominado clima periglacial, cuyo proceso más llamativo, sobre todo en el invierno, es la acción del hielo-deshielo, que da como resultado la trituración de las rocas y la formación de bloques y de las típicas lajas o lastras. El agua al congelarse en las grietas, llega a ejercer enormes presiones que provocan la rotura y desintegración de las rocas (gelifracción).

Depósitos sedimentarios constituidos por grandes bloques y fragmentos de rocas más pequeños arrancados por el hielo y transportados por él. Las morrenas más típicas son las frontales, localizadas en el frente del glaciar, en la llamada zona de abrasión, donde se forma una especie de cordón. También existen morrenas de fondo que ocupan la base del valle y laterales, situadas en los márgenes. En Sierra Nevada aparecen formaciones de este tipo a distintas altitudes que corresponden con los diferentes periodos glaciares.

Reciben este nombre formas abultadas y redondeadas que adoptan determinadas superficies rocosas que están además fuertemente pulimentadas. Son también de origen glaciar y se forman por el roce y empuje del hielo sobre rocas duras y resistentes. Su forma recuerda a los lomos de grupos de corderos, de ahí su denominación. Su eje de máximo alargamiento coincide con la dirección de desplazamiento del hielo.

Zonas de grandes acúmulos de bloques de rocas sueltas, dispuestas de modo caótico.

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